"El amor no es apego. El amor no produce pesar. En el amor no hay desesperación ni esperanza. El amor no puede hacerse respetable, convertirse en parte del esquema social. Cuando él no está presente, comienza el afán en todas sus formas.
Poseer y ser poseído se considera que es una forma de amar. Este instinto de poseer ‑a una persona o un trozo de algo que sea propiedad de uno‑ no proviene meramente de las exigencias de la sociedad o de las circunstancias, sino que brota de una fuente mucho más profunda. Procede de las profundidades de la soledad. Cada cual intenta llenar esta soledad de diferentes maneras, con la bebida, con la religión organizada, las creencias, alguna forma de actividad, etc. Son todos escapes, pero eso aún sigue ahí.
Controlar a otro, moldear a otro en el nombre del amor son expresiones del instinto de posesión, así como el impulso de encontrar en otro seguridad, protección y bienestar. El olvidarse de uno mismo por medio de otro o de alguna actividad, contribuye al apego. De este apego provienen el dolor y la desesperación, y de ello surge la reacción para el desapego. Y en esta contradicción entre apego y desapego se originan el conflicto y la frustración.
No hay escape de la soledad; ella es un hecho y el escapar de los hechos engendra confusión y dolor.
Pero no poseer nada es un estado extraordinario, no poseer siquiera una idea, saber dejar en paz a una persona o una cosa. Cuando la idea, el pensamiento echa raíces, eso ya se convierte en posesión y entonces comienza la guerra para verse libre. Y esta libertad no es libertad en absoluto; sólo es una reacción. Las reacciones arraigan, y nuestra vida es el terreno en que las raíces se han desarrollado. Cortar todas las raíces, una por una, es un absurdo psicológico. Eso no puede hacerse. Sólo debe ser visto el hecho ‑la soledad‑, y entonces todas las otras cosas se desvanecen."
Diario. Jiddu Krishnamurti.