lunes, 12 de octubre de 2015

Tú también vas a morir

A los ocho años, una noche apacible viendo la tele junto a mis padres, tomé consciencia por primera vez, de que un día moriría.

Aquella noche ese sólo pensamiento somatizó en un dolor de barriga intenso que mi madre confundió con una indigestión ... no dije nada...  pero a partir de entonces la idea de la muerte se convirtió en una especie de sombra que me acompañaba a todas partes.

Durante el día, en muchos momentos se me olvidaba, pero cuando la noche invitaba al sueño, el pensamiento me atormentaba una y otra vez impidiéndome dormir....

Si un día voy a morir, ¿qué sentido tiene la vida?...

Veía cómo a mi alrededor los demás hacían sus tareas con normalidad, iban a trabajar, a la compra, hacían planes a corto y largo plazo sin ningún atisbo de preocupación...de vez en cuando preguntaba a algún adulto y todos eludían el tema... en eso no hay que pensar...

Pero yo no podía evitar pensar....  buscaba respuestas por todas partes: revistas, técnicas, herramientas... tenía que haber algo... religiones, filosofías occidentales y orientales, meditación, yoga, libros, libros y más libros....una carrera entera de cinco años....  y ninguna respuesta....

Mas si voy a morir... tengo que aprovechar la vida, no dejar nada para mañana, hacer las cosas que quiero hacer, decir las cosas que quiero decir, arriesgarme, afrontar retos, viajar , cumplir mis más profundos sueños, amar intensamente y sin reticencias, no dejar deudas pendientes, perdonar y pedir perdón lo antes posible... que  si esa persona muere mañana o yo misma muero mañana, nadie tenga que postrarse de culpa delante de una tumba.... si he de regalar flores, que  puedan olerlas....

Sin darme cuenta la muerte se estaba convirtiendo en la mejor maestra de la vida que podía imaginar...  me hacía tener precaución y cuidarme para proteger mi cuerpo al máximo, pero también me invitaba a exprimir cada segundo como si de verdad fuese el último...

Ahora de vez en cuando, trabajo con personas en estado terminal, a veces le toca a algún familiar... cuando les acompaño se sienten bien conmigo porque siempre les digo que quizás yo, tan sana y lozana, muera antes que ellos... que nunca se sabe... ellos no están presos y yo libre... sino que todos estamos en el mismo barco...

La muerte te rozará tarde o temprano... y me sorprende que la mayoría de la gente que conozco no tenga esta consciencia presente... si hay algo que  sucederá seguro es que vas a morir y verás morir a alguien querido...  ¿cómo es posible que no estemos preparados para algo inevitable?

Esto no es así en todas las culturas, incluso en la nuestra, hace unas décadas se convivía con la muerte diariamente, se velaba en las casas, los cementerios estaban dentro de las ciudades, se rezaba y se tenía, incluso de pequeños,  una idea de qué pasaba después. Pero ahora que la mayoría hemos desechado la religión, no hemos buscado alternativas para este tema... simplemente hacemos como que no existe. Algo que sólo les pasa a los demás.

Nuestra cultura actual no quiere pensar en la muerte, ha creado tanatorios asépticos y cementerios en las afueras, para que no veas a nadie morir... en esta vida superficial que nos hemos creado vivimos enredados en mil quehaceres diarios que no nos permiten reflexionar; mil actividades y mil aparatos para que ocupemos cada segundo de nuestro tiempo....

Pero la muerte no da tregua... un día alguien cercano muere y tu vida da una sacudida, un día te detectan una enfermedad y todo se derrumba...   si no estás preparado será bastante más difícil de afrontar... no podrás hacer un duelo natural y suave, sino que el dolor te desgarrará de tal manera que no habrá pastillas suficientes para anestesiarte... y quizás eso te impida despedirte de tu ser querido, o hacer tus gestiones personales antes de iniciar tu propio viaje... y, créeme, hay mucha diferencia entre partir con miedo y sufrimiento y decir adiós con una sonrisa... lo veo cada día.

Creo que la verdadera madurez llega cuando entiendes que la muerte es parte del proceso vital, cuando tienes una sensación personal de qué pasa después,  ya que eso te permite afrontar mejor el día a día, ser mejor persona y acompañar con calidad y serenidad a tus seres queridos...

No es posible amar la vida sin haber besado en los labios a la muerte....





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