sábado, 17 de abril de 2010

el profeta

Entonces dijo Almitra: Háblanos del Amor,

Y él alzó la cabeza y miró a la multitud, y un silenció cayó sobre todos, y con fuerte voz

dijo él:

Cuando el amor os llame, seguidle,

aunque sus caminos sean duros y escarpados.

Y cuando sus alas os envuelvan, ceded a él,

aunque la espada oculta en su plumaje pueda heridos.

Y cuando os hable, creed en él,

aunque su voz pueda desbaratar vuestros sueños como

el viento del norte asola vuestros jardines.

Porque así como el amor os corona, debe crucificaros.

Así como os agranda, también os poda.

Así como se eleva hasta vuestras copas y acaricia

vuestras más frágiles ramas que tiemblan al sol, también

penetrará hasta vuestras raíces y las sacudirá de su arraigo a la tierra.

Como gavillas de trigo, se os lleva.

Os apalea para desnudaros.

Os trilla para libraros de vuestra paja.

Os muele hasta dejaros blancos.

Os amasa hasta que seáis ágiles,

y luego os entrega a su fuego sagrado, y os transforma

en pan sagrado para el festín de Dios.

Todas estas cosas hará el amor por vosotros para que

podáis conocer los secretos de vuestro corazón, y con

este conocimiento os convirtáis en un fragmento del corazón de la Vida.



Pero si en vuestro temor sólo buscáis la paz del amor

y el placer del amor,

Entonces más vale que cubráis vuestra desnudez y

salgáis de la la era del amor,

Para que entréis en el mundo sin estaciones, donde

reiréis, pero no todas vuestras risas, y lloraréis, pero no

todas vuestras lágrimas.



El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.

El amor no posee, y no quiere ser poseído.

Porque al amor le basta con el amor.



Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón",

sino más bien "estoy en el corazón de Dios".

Y no penséis que podéis dirigir el curso del amor,

porque el amor, si os halla dignos, dirigirá él vuestros

corazones.

El amor no tiene más deseo que el de alcanzar su

plenitud.

Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean estos:

De diluiros en el amor y ser como un arroyo que

canta su melodía a la noche.

De conocer el dolor de sentir demasiada ternura.

De ser herido por la comprensión que se tiene del amor.

De sangrar de buena gana y alegremente.

De despertarse al alba con un corazón alado y dar

gracias por otra jornada de amor;

De descansar al mediodía y meditar sobre el éxtasis

del amor;

De volver a casa al crepúsculo con gratitud,

Y luego dormirse con una plegaria en el corazón para

el bien amado, y con un canto de alabanza en los labios.



Khalil Ghibran "El profeta"

2 comentarios:

Mauricio Martín Gómez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Akematon dijo...

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