sábado, 20 de septiembre de 2008

La pieza que faltaba en el rompecabezas


Hoy he hablado con David después de 3 meses sin saber nada de él. Desde que se marchó sólo habíamos hablado un par de veces y la última no fue muy afortunada.

Por muy preparada que me sintiera, después de una ruptura hay mucho veneno saliendo por los poros. De repente te das cuenta de la cantidad de basura mental y emocional que llevas dentro.
Las relaciones de pareja convencionales tienen algo de enfermizo que nos hacen sacar cosas que no sabíamos ni que teníamos. Y mucho más cuando te dejan de repente, sin esperarlo...

Durante estos 3 meses no podía comprender por qué no se ponía en contacto conmigo. ¿Acaso quería olvidarse de mí y centrarse en su nueva vida?, ¿estaba huyendo de sus sentimientos poco claros?, ¿cómo puede no echarme de menos?, ¿quizás nunca me quiso?....

Me he torturado día tras día con esos pensamientos a pesar de que en el fondo sabía que no podía ser tan simple. Que cada persona tiene su forma de tomarse las cosas y reaccionar y que el tiempo realmente ayuda a verse a uno mismo sin la tormenta de las emociones.

Hoy he hablado con él. Le he llamado yo porque quería poner fin a ese martilleo mental. Y ha sido la conversación más maravillosa y clarificadora que he tenido nunca...

Parecíamos más un maestro y un discípulo orientales que una ex-pareja (que nombre tan horroroso)...

Él, el maestro que por fin ofrece una explicación después de haber dejado al discípulo dar vueltas durante meses... y yo, encontrando delante de mis narices la pieza que faltaba para completarme a mí misma.

No tengo palabras para describirlo. Ha sido como una iluminación repentina. Una lección que jamás hubiese podido comprender si no hubiese pasado por todo este trance.

Después he caminado por el parque durante horas, extasiada. En silencio. De repente el ego se había quedado sin argumentos, mudo, anonadado... Y su ausencia me dejaba ver toda la paz que soy...

El Amor es mucho más inmenso de lo que nos obligamos a creer. Nos empeñamos en encerrarlo, en ponerle etiquetitas, en colocarlo en personas y otros objetos mientras sufrimos sin comprender su grandeza.

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